Canción de cuna perdida, de Alejandro Camacho
Un niño marciano ha caído en la tierra, llegó dentro de una piedra voladora, y esa piedra ingresó por su nariz. Gracias a ese acontecimiento, el pequeño aventurero interestelar nunca aprendió el lenguaje de los terrícolas, caminar se volvió complicado y no por la gravedad, el futuro se alejó, las oportunidades, también. ¿Quién le cantará una canción de cuna al niño? ¿Quién le dará la sopa? ¿Conocerá el placer de un arroz con leche? El cielo, que tantas veces fue su ruta, se convirtió en su techo. La televisión lo volvió una bolita de carne, los monopolios comieron de él, los políticos lo usaron en campaña, los sueños no lo soñaron, las pesadillas le dieron casa. Hoy el muchachito tiene doce años, repite lo que otros dicen, hace lo que otros ordenan, probablemente, matará para no morir, aunque muerto ya está, y yo, ¿podré acusarlo si me lastima? ¿Podrán mis familiares emitir un juicio de valor si me asesina? Todos somos responsables de la infancia que, clandestina, hace