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La bandera de Holanda, el puño en alto, símbolos de un joven que llegó a campeón de f1. La cara sonriente de Max Verstappen es la del campeón del mundo de Fórmula 1, pero parece la de un jovencito holandés de 24 años feliz porque el padre le dio las llaves del auto para ir a bailar. A puro temperamento, con una mezcla de temple y atropelle, se atrevió a arrebatarle de las manos el título nada menos al heptacampeón, el dueño absoluto de todas las estadísticas de la historia de la categoría.   El rápido repaso sirve para mostrar que las cosas no resultaron fáciles. Ni siquiera en el inicio, el fin de 28 de marzo en el Circuito Internacional de Baréin, Sakhir, cuando hizo la pole, pero la carrera se la llevó, como casi siempre en los últimos años, Lewis Hamilton. Verstappen fue segundo y venció en la segunda fecha en Emilia-Romaña para empezar a declarar que su candidatura iba en serio. Hamilton se quedó con España y Portugal, Verstappen se adueñó de Mónaco, Francia, Austria, en la mejor

  Varios méritos pueden resaltarse de His Kind of woman, pieza del año 1951 codirigida por 2 maestros: John Farrow y Richard Fleischer, sobre el guión de Frank Fenton y Jack Leonard. Primero constituirse como un gran film de cine negro donde, como es característica del género, los personajes transitan una línea ambigua entre el bien y el mal con una línea moral bastante desdibujada. Justamente el protagonista, Dan Milner (un Robert Mitchum a su medida, sólido y convincente) es un ex presidiario que acepta 50.000 dólares a cambio de trasladarse a México (Morros Lodge, un hermoso centro turístico, alojarse en un bungalow y esperar   nuevas instrucciones. Ya l apuesta resulta bastante singular y poco enmarcable dentro de las reglas legales. Pero Milner, a pesar del permanente sarcarmo, de sus pocas pulgas y   su tono reservado, es un buen hombre y no está dispuesto a entregar barato su pellejo a quienes pretenden robarle su identidad luego de matarlo para que un mafioso italo-amer

  LA CONEXIÓN SALZBURGO (1972): En 1968 la británica Helen MacInnes publicaba The Salzburg Connection. Ya era reconocida como autora de best sellers desde que Bajo sospecha, su texto de 1941 había llegado al cine en 1943 con Joan Crowford en el protagónico. En 1972 Lee H. Katzin venía de dirigir Las veinticuatro horas de Le Mans con Steve McQueen y encara el proyecto de llevar a la pantalla para la 20th Century Fox la novela de MacInnes respetando el título, The Salzburg Connection, La conexión Salzburgo. Con un guion de Edward Anhalt y Oscar Millard, banda sonora de Bronislau Kaper y un reparto encabezado por Barry Newman (seguramente más fácil de recnocer por su papel de Petroccelli en la serie de TV), Anna Karina, Klaus Maria Brandauer, Karen Jensen, Joe Maross, Wolfgang Preiss, Helmut Schmid, Udo Kier, Mischa Hausserman, Whit Bissell, Raoul Retzer. La histora de un abogado estadounidense que va de vacaciones por Europa y se le encomienda, por uno de sus clientes-edito

Tim Mallory es un vaquero tolerante que es confundido con un pistolero famoso tras matarle por una disputa por una deuda de juego. Así se inicia este film entretenido en el que,antes de que se pueda aclarar el malentendido, el protagonista cae en manos de un grupo de funcionarios locales corruptos, que tienen la intención de arrebatar el control de una mina de plata valiosa de su legítima dueña, Fay Warren. Durante un tiempo, parece como si el "bueno" es en realidad uno de los villanos, pero las apariencias engañan. Si algo se upede destacar de Joseph Kane es su prolífica obra como director, productor, editor y guionista en el cine y en particular en el género del   western. Hoy muy poco recordado, a la hora de realizar cualquier historiografía del cine del Oeste, precisaría al menos una mera mención, por su tarea ligada a los extremos más formularios de la Republic Pictures, y que proporcionó al western decenas de exponentes, dirigiendo a estrellas tan emblemáticas como

  Los periódicos londinenses ofrecieron en 1914 una curiosa convocatoria: “ Se necesitan hombres para viaje peligroso. Salarios bajos, frío extremo, meses de completa oscuridad, peligro constante, retorno ileso dudoso. Honores y reconocimiento en caso de éxito ”. El anunciante era Ernest Shackleton. Miles de exploradores acudieron a su llamada.   Por esos días las noticias del continente helado habían aumentado desde que la expedición de noruego Roald Amundsen alcanzara el Polo Sur en 1911. Shackleton se proponía una odisea más audaz: atravesar por primera vez el continente antártico. Sin embargo, sus intenciones parecían tener que relegarse ante la inminencia de una guerra en Europa de grandes proporciones. Shackleton había concebido un plan perfectamente trazado: navegarían de Londres a Buenos Aires y después al archipiélago de las Islas de Georgia del Sur. Desde allí, la expedición se internaría en el Mar de Weddell, cruzaría a pie la Antártida y saldría por el sur, al otro lado